martes, 20 de marzo de 2007

Philip K. Dick: apología del visionario

Prólogo

La existencia es un bucle limitado en el tiempo, pero no en el espacio; los marcianos vienen en oleadas, he visto Rayos C brillar cerca de la puerta de Tanhausser, Mondo Zombie se rige por algo intermedio entre el hedonismo y el miedo... A estas verdades universales hay que añadir una más: el misterio del post intermitente, que dice así... nunca debes tardar más de once días en colocar un post, porque toma vida propia, (ni escribir sobre Dick escuchando alternativamente a Vangelis y el 1er disco de la Orquesta Mondragón). Se materializan otras realidades. De pronto vive su propia vida. Se mira al espejo y le pregunta al reflejo. La razón, en las siguientes doce mil palabras... Es hora de partir...



(1928-1982)

¿Qué es un visionario?...

1. adj. Dicho de una persona: Que, por su fantasía exaltada, se figura y cree con facilidad cosas quiméricas

2. adj. Que se adelanta a su tiempo o tiene visión de futuro. Apl. a pers.


Philip K. Dick fagocita por si solo estas dos contradictorias acepciones. Philip K. Dick es el mayor visionario que ha dado la literatura de ciencia-ficción, simplemente, un visionario entre charlatanes, según Stanislaw Lem (filósofo polaco, autor de Solaris). Ahora es considerado un clásico indiscutible a la altura de Clarke, Asimov o Bradbury, pero el reconocimiento nunca le alcanzó en vida, ni siquiera al obtener el premio Hugo en 1963 (el mayor galardón del género) por El Hombre en el Castillo. El eterno aura de malditismo que parece que persigue a los mejores, o a los más lúcidos, o a los más tarados. Por estas fechas se cumplen 25 años de su prematura muerte. Como excusa, Mondo Zombie le rinde un pequeño homenaje. A sus ciberpies, Mr. Dick...


Boceto de una vida

Philip. K. Dick nació prematuramente, junto a su hermana gemela Jane, el 2 de marzo 1928, en Chicago. Jane murió trágicamente pocas semanas después, un hecho que, posiblemente, marcaría ciertos aspectos de sus obsesiones y fobias: el doble, el reverso, la sombra proyectada en la pared. Dos años más tarde sus padres se mudaron a Berkeley para divorciarse en 1932. El pequeño Philip se quedó con su madre, y fue durante este período cuando comenzó a leer y escribir ciencia ficción, publicando regularmente historias cortas en el Club de Autores Jovenes y devorando todas las revistas de pulp que llegaban a sus manos. De constitución enfermiza, durante estos años desarrolló un asma crónico y tuvo frecuentes crisis de agorafobia. Un perro doméstico le dió la clave para empezar a hacer preguntas. Dicen que somos el niño que fuimos...

"El nombre auténtico del perro era Snooper, y creía tanto que en su mundo como yo en el mío. Su principal trabajo, en apariencia, era cuidar que nadie robara la comida de su cubo de basura particular. Snooper actuaba impulsado por la ilusión de que los propietarios consideraban la basura como algo valioso. [...] Al terminar la semana, el cubo de la basura estaba lleno... y en ese momento llegaba el más diabólico grupo de entidades malignas del Sistema Solar en un enorme camión y robaba toda la comida. Así que a las cinco de la madrugada del viernes, Snooper lanzaba su primer ladrido. [...] Snooper debía pensar que vivía en un planeta de lunáticos. Sus dueños, y cualquier otro habitante de Berkeley, podían oír a los basureros cuando llegaban, pero nadie hacía nada. [Yo] me preguntaba: ¿que idea tendrá este perro del mundo? Es obvio que no lo ve como nosotros lo vemos..."

Tras su paso por la universidad (lengua y filosofía: se especializó en alemán, nunca llegó a terminar los estudios) fue vendedor de discos y dj antes de lograr colocar sus primeros relatos en algunas revistas pulp de aquella época.

"Mi primera historia se publicó en la mas deleznable de las revistas baratas que se vendían en aquel tiempo, Planet Stories. Cuando llevé cuatro ejemplares a la tienda de discos en la que
trabajaba, un cliente me miró y, con ciertos reparos, me preguntó: - ¿Lees esta basura? -Tuve que admitir que no sólo la leía, sino
también que también la escribía."


En 1951 toma la decisión de dedicarse al oficio de escritor a tiempo completo, y al fin logra publicar su primera novela en 1955: Lotería Solar. Sin embargo, la década de los 50 fue muy difícil para él: a sus problemas económicos ("ni siquiera podía pagar las sanciones por retraso de las bibliotecas") se unieron dos divorcios y la relación, digamos tormentosa, con una de las mujeres de su vida: Anne. Se dice que su recomendable novela Confesiones de un artista de mierda (única "realista" en su inmensa bibliografía) se basa parcialmente en esta época de su vida. Conversaciones a media tarde. Humo de cigarrillos. Adulterio con la vecina. La relación autodestructiva entre Dick y Anne se mecía constantemente entre la atracción y el rechazo, eso que se suele (mal) llamar amor-odio. De hecho, algunos de los caracteres negativos de los personajes femeninos que se pueden encontrar en sus novelas están, en gran parte, basados en Anne, como la Fay de Confesiones. Gradualmente, Dick desarrolló una fuerte paranoia hacia Anne, convencido de que ella asesinó a su anterior esposo y que pronto haría lo propio con él. Por supuesto, ahí están ahora los que claman al cielo y gritan ¡misógino! al oir su nombre.


A pesar de (o impulsado por, quién sabe) esta creciente paranoia, Dick inicia una de sus más prolíficas y brillantes etapas como escritor. Retirado en una cabaña alquilada al sheriff local para alejarse de sus conflictos domésticos, escribió, en plena compulsión creativa, once novelas (¡once!) entre 1963 y 1964. Finalmente, en 1964, Dick y Anne se divorciaron para no volver a verse jamás. Durante este periodo, al menos para Mondo Zombie, Philip perpetró sus mejores novelas: El hombre en el castillo (premio Hugo), Tiempo de Marte, Clanes de la Luna Alfana, Los tres estigmas de Palmer Eldritch, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Ubik...





Establecido en San Francisco en 1964, allí comienza su vínculo con la contracultura californiana, su cercanía ética y estética con la obra de la generación beat y su militancia en el activismo de izquierdas. Incluso el FBI le investiga por hacer campaña pública en contra de la guerra de Vietnam. Como otros muchos durante los 60, también arrancan sus apasionados experimentos con las drogas, en especial con el LSD, aunque lo que más le afectó a todos los niveles fue su adicción a las anfetaminas, que le permitían mantenerse despierto cuando su torrente creativo era imparable. Curiosamente, él siempre defendió que el consumo de drogas nunca influyó en su obra, algo discutible pues la muy inquietante Una mirada a la oscuridad (A scanner darkly) retrata en parte el estilo de vida ciberyonqui, se podría decir. Esta adicción le produjo serios problemas, incluyendo el divorcio de Nancy Hackett su cuarta esposa, diez años menor que él y con la que tuvo a su hija Isa, nacida en 1966.



No obstante, su etapa más oscura y polémica, su definitiva mirada al abismo comenzaría a mediados de los años 70, un prolongado viaje místico del que, probablemente, nunca regresó del todo...


Las visiones de Dick

Sólo era cuestión de tiempo... finalmente Nancy lo dejó, ahogado en sus adicciones y sus desequilibrios, llevándose a Isa con ella. Casi a la vez su casa sufrió un misterioso asalto nocturno del que hizo responsable nada menos que a la CIA y el FBI (¿recuerdan Vietnam...?). Posteriormente se responsabilizaría a sí mismo de este extraño suceso, aunque en realidad no recordaba absolutamente nada. Sin Nancy ni su hija empezó para Philip una de las peores épocas de su vida. Fuertemente enganchado a las drogas y afectado por una paranoia creciente, cayó en un periodo de sequía creativa que duró varios años. Dick, que siempre fue un prolífico escritor, no volvió a producir nada hasta 1973. Después de una tentativa de suicidio y una corta estancia en un centro de rehabilitación, Dick encontró cierta estabilidad. Establecido en California junto a su amigo Tim Powers, volvió a casarse, esta vez con la joven Tessa Busby con la que en 1973 tuvo a su hijo Cristopher. Al menos tuvieron la oportunidad de disfrutar en familia de lo que se estaba por venir...

"¿Que ocurriría sí, a través de las drogas psicodélicas,
las experiencias
religiosas se convirtieran en un lugar común en la vida cotidiana?"

El 2 de febrero de1974 (fecha que aparece en su obra con frecuencia) se recuperaba en casa de los efectos del pentotal sódico administrado durante la extracción de una muela del juicio. Al abrir la puerta para recibir un nuevo envío de analgésicos, se percató de que la mujer que le traía el paquete llevaba un extraño colgante geométrico, con lo que él llamó la "vesícula Piscis". Al quedarse solo, comenzó a sufrir extrañas visiones. ¿Efecto de los analgésicos? Difícil, pues estas experiencias se prolongaron durante varias semanas. Dick describió sus primeras visiones como rayos láser y patrones geométricos mutables (algo muy común en los viajes de LSD), aunque rápidamente evolucionaron hacia visiones fugaces de Jesucristo y la antigua Roma, que llegó a vislumbrar periódicamente. A medida que las visiones crecían en duración y frecuencia, Dick proclamó que había comenzado a vivir una doble vida: una como él mismo y otra paralela como Tomás, un cristiano perseguido por los romanos en el siglo I. A pesar de que había consumido drogas y seguía haciéndolo, Dick siempre aceptó estas visiones como reales, creyendo que había establecido contacto con una entidad divina de algún tipo, a la que se refería como Cebra, Dios o más frecuentemente Sivainvi (Sistema de Vasta Inteligencia Viva, en inglés Valis: Vast Active Living Intelligence System). Dick usó este término como título para una de sus novelas, y posteriormente teorizó que dicho ente usaba lo que él denominó un "estímulo desinhibidor" para predisponer a los sujetos a la comunicación trascendente, en su caso la vesícula Piscis (el colgante en el cuello de la repartidora de analgésicos).



Aquí puedes descargarte un breve comic sobre este asunto.

Ahora, la mayoría de sus biógrafos, bibliófilos, estudiosos y otros tipos de psicólogos de saldo concluyen que estas visiones fueron causadas por una crisis psicótica, y probablemente sea así, pero hay unos cuantos PEROS difíciles de racionalizar que se tienden a obviar cuando se habla de este periodo.

En una ocasión, durante un contacto con Sivainvi, Dick fue advertido de que su hijo corría el peligro de morir a causa de una enfermedad no diagnosticada. Los chequeos rutinarios del bebé no descubrieron ningún defecto ni enfermedad. Sin embargo, Dick insistió. Durante otro examen le descubrieron una hernia inguinal, que le habría matado de no haberse operado rápidamente. El niño sobrevivió gracias a la operación, que Philip atribuyó directamente a Sivainvi.


Otro suceso extraño fue un episodio de glosolalia (hablar una lengua desconocida durante un éxtasis místico, inducido por una divinidad, o más bien, una enfermedad que afecta al lenguaje en la que se inventan palabras a las que después se le adjudica un significado). La esposa de Dick transcribió los sonidos que le oyó pronunciar durante esa sesión, y Dick descubrió más tarde que se trataba de un antiguo dialecto griego, que por supuesto nunca había estudiado.




Estas experiencias, que él no tenía reparos en calificar como religiosas, bastaron paras ocuparle durante varios años, dedicándose exclusivamente a tratar de elaborar explicaciones e interpretaciones varias, laboriosa tarea que, obviamente, influyó totalmente en sus obras, especialmente en la "trilogía religiosa" Sivainvi, La invasión divina y en su última novela, La transmigración de Timothy Archer.


The End

Philip. K. Dick murió en 1982, de un fallo cardiaco, a la edad de 53 años, dejando un libro inacabado y muchas ideas sin desarrollar. Nunca se llegó a una conclusión satisfactoria sobre sus visiones. Por un par de meses, tampoco llegó a ver el estreno de la primera adaptación de su obra al cine: Blade Runner, que dió a conocer al mundo su enorme talento más allá del cerrado círculo de los lectores habituales de ciencia-ficción.


Epílogo

Es difícil hacer un esbozo de la obra de Dick en dos palabras, y mucho más si nunca lo habéis leído, creedme. Es un tipo único, una voz propia en la literatura del s.XX que, más allá de sus propios logros literarios (que son muchos: fue un escritor sobresaliente) esparció por el mundo lo más valioso: IDEAS. Ideas inquietantes. Ideas excitantes. Ideas lúcidas. Philip K. Dick es uno de esos tipos que son capaces de ponerte cachondo a un puro nivel conceptual sin dejarse llevar por densas elucubraciones teóricas. Alejado de una visión positivista e inocentona de la ciencia-ficción (esa que se maravilla ante el progreso tecnológico y las posibilidades infinitas de la tecnología), él decidió explorar obstinadamente la naturaleza de la realidad, y la percepción que el hombre/mujer tiene de ésta. ¿Qué es la realidad? ¿Qué define al ser humano como tal?... Sus protagonistas nunca son super-héroes galácticos sino gente corriente (muchos funcionarios) habitantes de un mundo hiper-tecnificado que, de la noche a la mañana, entran en crisis. Una crisis personal que va de lo particular, de lo íntimo a lo general hasta poner en cuestión la estructura misma del universo en el que antes se encontraba tan cómodo (tan alienado). Imaginad esa sensación que sobrevienea veces tras una buena noche de juerga (con abundancia de recursos): suena un ruído, abres los ojos y simplemente observas el techo de tu habitación. No procesas la imagen: es una simple nebulosa distorsionada. Tu cerebro se resiste a hilar pensamientos coherentes, tus ojos reciben información abstracta. No sabes dónde estás, ni qué hora es, no necestitas saberlo en realidad, no eres capaz de discernir el estado perceptivo en el que te encuentras: ¿dormido? ¿despierto? ¿ambas cosas?... la sensación dura unos pocos segundos, después vuelves al mecanismo mental habitual, en el que todo se nombra y se reconoce. Imaginad ahora que no eres capaz de salir de aquel estado, que ese extrañamiento general se prolonga durante todo el día, en tu vida diaria, en tu trabajo, caminando por la ciudad, y sin embargo las preguntas se acumulan en tu cerebro... éso es Philip K. Dick.

La tecnología resulta tanto un férreo método de control social como un modo de evasión, de libertad, puesto en las manos correctas y con la intención adecuada. Sin duda fue el mayor precursor del movimiento cyberpunk de los 80 (que se inauguró oficialmente con la densa Neuromante de William Gibson) y también, como leí hace poco, es el principal causante de que desde hace 25 años siempre estemos viendo la misma película de ciencia ficción (empezando por Blade Runner, terminando por la trilogía Matrix). Si os sigue interesando el tema, en Sesión Golfa tenéis el complemento a este post, un Informe Reservado sobre el bueno de Philip en el cine.

Quizás redescubrir sea el único placer mayor que descubrir. En cualquier caso, consultad su bibliografía. Ahora mismo Minotauro está reeditando gran parte de su obra en ediciones más o menos asequibles. No os arrepentireis. Palabrita de Nexus 6.

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