domingo, 16 de diciembre de 2007

Pequeña oda para una gran máquina





Cuando llegó hasta mí respondía al nombre de Calimero, apelativo algo indigno para una máquina de su clase. Toda una vida ya circulada, un cuerpo gris y cansado, su destino inmediato parecía ser la agonía petrificada de su jubilación en un garaje por la traición de un Audi nuevo. Sin embargo, pronto reveló su verdadero carácter: no podía llamarse de otra manera, era EL ABUELO. Un pre-jubilado que, jubiloso, se cerciora de que le están dando otra oportunidad. Y a la vejez, viruelas…

Un tanto cejijunto, tuvo a bien descolgarse el radiador una tarde neblinosa entrando a Planeta Axturias. Aún conserva ese cable de acero atado al bastidor rematado por un nudo marinero. Más tarde el carburador comenzó a toser con espasmos regulares, pero nunca dijo que no: ni cuando bajó alegremente aquel puerto de Ávila con el maletero abierto ni cuando atravesó el desierto de Almería al son de Morricone. Esa finísima de capilla de arena multicolor sigue decorando el salpicadero, a prueba de jabones y cristasoles. Viajó a Nerja con un formidable escándalo en su rodamiento trasero derecho, pero sus ruedas no dejaron nunca de rodar. Después eliminó la palabra “arranque” del motor de arranque, hasta que descubrí que sólo se dignaba a arrancar cuando se derrochaban carcajadas en su habitáculo. El radio-cassete se convirtió en un viejo maniático del rock y el punk y el heavy metal, generalmente no superaba los 100 km/h hasta que los Ramones, Sonic Youth o los Doors atronaban por sus diminutos bafles con los graves atrofiados. Tanta era su pasión que, cuando literalmente devoró una cinta de Metallica (cinta que no ha devuelto de sus entrañas), acabé creyendo que El Abuelo se alimentaba de rock en vez de gasolina súper. En su personal proceso selectivo, acabó sintonizando sólo la SER o el Rockservatorio y la calefacción comenzaba a funcionar en el mismo momento en el que estabas aparcando. Algún capullo con problemas oculares logró descerrajarle una puerta con una palanca, pero fue tal la presencia y aplomo, que el infausto ladrón no supo qué robar. Mientras pacientemente nos esperaba bajo los pinos fue testigo de algunos viajes, acogió gente hasta en su capó, nunca toleró un cenicero vacío ni ocupado sólo por colillas de Malboro, y siempre supo regresar a casa para descansar. Generoso por naturaleza, quiso compartir las gotas de lluvia con el conductor a través de las cicatrices del maltrecho marco de la puerta. Una vez deslizó sus bajos con graciosa elegancia por un torrente en plena curva, oyendo sus risitas y sus toses momentos antes de griparse y amenazar con un buen resfriado. La correa de distribución mutó en una cinta de Moebius, sufrió incontinencia por el tubo de escape y la cerradura trasera, y cuando sus bombines sucumbieron, el portón trasero se convirtió en un arma mortal. En el maletero se desarrolló una nueva especie de microorganismo pluricelular que habitaba entre el paraguas sin varillas y el triángulo hecho añicos que un bólido destrozó pasando por encima después de que El Abuelo quiso decirme de una manera gráfica que no, que el cuadro de mandos no tenía testigo de reserva de combustible, pero a 20m de una gasolinera. Eso es personalidad.

Sus últimos 15 días han sido agridulces. Nada más tener conciencia de su inminente muerte, decidió que nadie iba a decidir por él. Tras una amago de suicidio que le duró una semana (siempre ha sido así de melodramático El Abuelo), ayer introduje la llave en el contacto con la certeza de la última vez. Ni una duda, ni un titubeo. ¡Brooooum! El Abuelo resucitó de sus maltrechos engranajes y, como un rayo, como un trueno, como una flecha de acero, me llevó donde yo quise, como siempre. Y aunque sólo 5 minutos me separaban del concesionario, el penúltimo escenario que van a pisar sus pies de caucho, fuimos a dar una vuelta por ahí. El comercial me esperaba en la puerta mirando el reloj: ¿dónde se ha metido el Seat Ibiza 1.4 ese con 290.000 km que me tienen que entregar? Frenazo en tierra y aquí, chaval, aquí, delante de tus narices no tienes un maldito Ibiza, tienes a El Abuelo. ¡Un respeto!


Sé lo que va a pasar en el desguace: la máquina infernal va a devorar al Abuelo sin la más mínima muestra de compasión, lo va a triturar lentamente hasta reconvertirlo en un amasijo geométrico de hierros retorcidos y colillas. Será un bulto más al lado de otras máquinas inertes que quizás alguna vez tuvieron sueños. Pero esa misma noche, cuando cierren de un cerrojazo el desguace y no quede más presencia humana allí que algunas fotos olvidadas en una guantera, un chasquido va a romper el silencio del cementerio. Y luego un crujido que hará estremecer la masa amorfa.

Lentamente...

“This is rock´n roll radio…”

y luego:

“Rock´n roll radio… Let´s Go!”


El Abuelo sin vosotros... nada más que un bote vacío...

4 comentarios:

PDJ dijo...

Madre mia voy a llorarrr! Grande el abuelo, siempre te recordaremos! :)

kILL_Yr_Ydols dijo...

Si hasta he dormido en él frente a un cementerio tras ver un concierto de Sonic Youth...
Y... joder! volviendo del desierto de Almería nos duchamos juntos!
Y cienmil veces ha hecho el recorrido Pizarro-Perdiz-Strauss...

GRANDE BUGA!

Karba dijo...

Grande!! Trataba de recordar experiencias con el coche... y el sr. Ydol me ha recordado un par más ;)

Inagotable...

Anónimo dijo...

No me acordaba de la ducha de Almeriaaa! jajaja
Conmigo un dia decidio plantarse, que la suavidad de mi conduccion no iba con el, jeje, y a empujarlo por el Sector III oiga!