BABERO Vol.01: Karba Couscous

Por aclamación popular de mi ex-vecina (guapa!), porque sólo copio a los mejores y porque ya tocaba, Mondo Zombie inaugura henchido de satisfacción su nueva sección BABERO, con lo que podría ser su plato estrella si no existiera el curry, el teriyaki y los guisantes a mi puta bola: el legendario KARBA COUS-COUS.

Ingredientes (18 personas):

500 gramos de couscous, o 4 vasos de esos medianos pero algo anchos

2 cebollas muy grandes, 3 medianas o 4 realmente pequeñas

N gramos de nueces peladas (o dos puñados)

X gramos de anacardos (o dos puñados)

NOTA: en ausencia de anacardos (son caros), X gramos de cacahuetes con miel

Y gramos de piñones (o un puñado)

37 pasas de las pequeñas

13 orejones de melocotón

1 puñadito chiquitín de sal

1 buen chorreon de aceite de oliva

4 cucharaditas (de las de café) de azúcar moreno

1 puñadito de especias variadas: orégano, tomillo, romero, albahaca... menta... eh... cardamomo

1 paquete de croquetas congeladas

Elaboración:

Ajustense el delantal de flores naranjas. Cojan cacillo grande más bien. Arrojen con presteza el couscous tan cual sale de la caja/bolsa en el cacillo. Cubran el couscous de agua tibia hasta un máximo de un dedo por encima y dejenles intimar. Fumen, satisfechos de la labor desarrollada.

Echen como 3 dedos de agua cristalina en una olla con un perímetro similar al escurridor del que aún no hemos hablado. Arrojen en el fluído un puñadito de especias variadas, dejando el resto para más tarde. Pongan a calentar el brebaje a fuego lento. Pongan música.

Agarren madera de roble, cebollas y cuchillo king size. Pelen y piquen las cebollas en trocitos medianos tirando a pequeños. Lloren, lloren por los amores perdidos. En sartén enorme, pochen la cebolla con alegría, a fuego medio. Vigilen el couscous: ya debería haber absorbido el agua tibia. Si no es así, hay que amenazarle con convertirlo en una sopa avecrem. Vayan cortando todos los frutos secos y los orejones (las pasas NO) en trocitos tan pequeños como paciencia posean. Cuando la cebolla haya pochado, tiren los frutos secos con desprecio a la sarten y remuevan, remuevan. Bajen el fuego, que se les está carbonizando. Miren con deseo el paquete de croquetas congeladas.

Depositen las 4 cucharaditas de azúcar moreno en un vasito con un poco de agua tibia y disuelvan hasta conseguir una pócima de aspecto repugnante. Después arrojen a la sartén y remuevan, remuevan. Dejen la mezcla a fuego mínimo (importante, MÍNIMO, si no quieren que el resultado sea una plasta de turrón duro de cebolla) y atiendan el couscous, por dios, que ya se debe haber convertido en masilla para juntas de culata.

Una vez el couscous haya absorbido TODA el agua, depositenlo en un escurridor del mismo perímetro que la olla en la que hierve el agua con las especias. Coloquen el escurridor sobre la olla. Los vapores especiados van a terminar de cocinar el couscous, pero hay que moverlo para que no sólo se haga por abajo. Ahora es el momento de echar las pasas en la sartén y seguir moviendo.

Cuando lo crean conveniente (unos 15 minutos después, aprox) depositen el couscous en la sartén (ya dije que tenía que ser enorme) y mezclen todo junto. Ahora es momento de añadir una pizca de sal y lo que nos quedaba de especias. Agregen un generoso chorreon de aceite y muevan un buen rato hasta conseguir algo parecido a esto.

Los últimos meneos con el aceite son importantes: hacen que el couscous, probablemente el alimento más soso manofacturado por el hombre, agarre sabor y consiga una combinación espectacular. Sirvan en forma de montaña sagrada en una fuente de porcelana mesopotámica. Ofrezcan a sus amigos. Fumen en una esquina de la habitación, tremendamente orgullosos/as del éxito obtenido.