lunes, 22 de octubre de 2007

El MÁS imbécil del mes nº 3: Jaime Mayor Oreja

En octubre, Mondo Zombie no tiene suficiente con un imbécil. La realidad supura a la ficción, y el ínclito Jaime Mayor Oreja (recordemos, eurodiputado y ex-ministro del interior por el PP) se ha quedado bien a gusto con las siguientes reflexiones en el contexto de una entrevista sobre la Ley de Memoria Histórica (aquí el artículo completo de El País, 16/10/07), convenientemente resaltadas y resumidas con su habitual imparcialidad por Mondo Zombie:

“¿Cómo voy a condenar lo que, sin duda, representaba a un sector muy amplio de españoles?"

"¿Por qué voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con normalidad y naturalidad?
En mi tierra vasca hubo unos mitos infinitos. Fue mucho peor la guerra que el franquismo. Algunos dicen que las persecuciones en los pueblos vascos fueron
terribles, pero no debieron serlo tanto cuando todos los guardias civiles gallegos pedían ir al País Vasco. Era una situación de extraordinaria placidez."



No le falta razón al sr. Oreja. De hecho, el sr. Oreja comparte opinión con Vera, aquella prima segunda de Goebbels, cuya placidez fue notoria durante los primeros años del nazismo compartiendo palacete y risas a costa de chistes de judíos en Stuttgart mientras tonteaba con algunos gerifaltes de la Gestapo. Piensa lo mismo el bueno de Nicolai, aquel muchacho de buena familia que acabó convirtiéndose en hombre de confianza de Stalin... ¡con cuanta naturalidad firmaba aquellas purgas de partido, esas listas con decenas de nombres que correspondían a envíos masivos a Siberia, justo antes de encender su puro y degustar su copa de coñac! El doliente rechinar de las máquinas de vapor rugiendo hacia la nieve eterna siempre fueron de lo más reconfortantes para él. Sí, muy plácidos, como los tiempos a los que el sr. Oreja se refiere, fueron por supuesto los meses de solaz y esparcimiento de Giuseppe en Módena. Días de pesca y vino tinto, de sexo sudoroso y borracheras, días sólo interrumpidos con la normalidad de algunas ejecuciones de anarquistas contra el paredón, a los que Giusseppe consideraba simples gajes del oficio por pertenecer al fascio. La misma naturalidad con la que Xiao-Jing ordenaba por tamaños las calaveras de los represaliados por su líder supremo Pol-Pot. El mejor momento del día, al atardecer, cuando contemplaba esa pirámide perfecta de cráneos de insurgentes... cuánta placidez... la placidez del soldado norteamericano que contempla la colina arrasada por el napalm al amanecer, porque a él le huele "a victoria"... a todas las grandes victorias de los vencedores... vuestra victoria, sr. Oreja.


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