viernes, 5 de octubre de 2007

La extraña pareja: MANTA RAY + MICAH P. HINSON en Madrid

- Preliminares:

Reunión evangélica en Plaza de España. Ellos, todos sonrientes, disfrutarán de música gratis en su carpa santificada. Nosotros no. Nosotros somos paganos, y como tales pagamos una entrada para el que será, si nadie lo impide con otra absurda genialidad, el concierto más marciano del año en la gran urbe. En realidad, nuestras entradas son entelequias, y como entelequias se disuelven entre los aromas espirituosos del vino y el trigo fermentado. La pachorra y el relajo nos hacen llegar justos (que quiere decir tarde) a las puertas de la Heineken (antigua Arena) a retirar las entradas. Simbiotizados con el nuevo nombre de la sala, hacemos cola. Dentro comienzan a sonar los primeros acordes de Manta Ray. Nerviosismo. Un tipo joven con gorra y gafas, cierto aspecto paramilitar y cuerpecillo con forma de interrogante cruza fugaz, se detiene en la mesa y parlotea un momento con un barbudo anoréxico. ¡Eh, capullo, ¿donde crees que vas?. Ana miexvecinita dice de coña: "Mirad, Micah P. Hinson, jijiji". Mi hermano Ydol ratifica: "ES Micah P. Hinson". Yo me limito a escrutarlo con la seriedad que me caracteriza mientras trato de comprender cómo se puede diseñar un método tan absurdo e inútil para retirar unas mísera entradas. Señores, compren sus tickets con 3 meses de antelación, que luego entrarán tarde al concierto. Tras la paredes comienza a sonar "Qué niño soy" de los Manta Ray. Me gusta esa canción, pero no podemos verlos. Un tipo cuyo organismo parece funcionar a cámara lenta está analizando una firma con una lupa para diamantes. Algunos afortunados logran entrar. ¡Eh, tío, deja la puerta abierta!. Segunda canción de los Ray. Grrr. Voy a matar a alguien. Jesús airea sus entradas con alegría. Ana también. Eh, os esperamos junto a la puerta. Finalmente Emil y yo atravesamos las tinieblas del umbral...



- Manta Ray:


Manta Ray: la luz progresiva


No están junto a la puerta, ya han sido abducidos por la enigmática máquina. Es mi 3ª vez en directo con Manta Ray, lo que supone un auténtico record en mi caso. La 1ª, en el Summer en Santander hace unos años, fue simplemente gloriosa. El sol cayendo y los Manta de espaldas al mar (como en Planet Terror), nos regalaron los "20 minutos de música en directo más alucinantes que he presenciado", parafraseando a mr. Ydol y a su tercio de cerebro que comparto. Meses más tarde, aquí mismo, en la Heineken como cabezas de cartel y presentando su último disco "Torres de electricidad", demostraron que son capaces de asumir sin problemas ser cabezas de cartel de cualquier cosa, con el riesgo para la integridad física y psicológica que esto puede acarrear a quienes osen acompañarles sobre las tablas. Lamentablemente, los muy mamones fueron demasiado parcos en duración, aunque muy generosos en calidad y emoción.


Robando una frase de cualquier telenovela de siesta, mis sentimientos no han cambiado. Esto no es una crónica del último concierto en Madrid, sino una reivindicación atemporal que voy a resumir en cuatro palabras: ESCUCHEN A MANTA RAY. Ya lo sé, muchos los consideran unos intocables del rock de por aquí, pero no es suficiente. Aún se percibe una actitud de condescendencia con estos asturianos, de mirar por encima del hombro y decir: "Sí, son buenos pero..."


Para los recién llegados: Manta Ray se forman hacia 1992, editan su primer e.p. y fichan por la entonces ultra-underground Subterfuge. Tres años después ganan el concurso Villa de Bilbao, cuyo premio les permiten grabar, por fin, su primer disco "Manta Ray"... y a partir de ahí una carrera sin prisa pero sin pausa, trufada por algunos de los mejores discos de rock que se han publicado en este país en la última década (y pico). Neófitos, un aviso: Manta Ray tiene fama de raritos, de extraños, de cerebritos que hacen música fría, poco emocional. Si escuchan, asociado a ellos, la denostada expresión "rock progresivo" no miren para otro lado. Si escuchan "rock experimental", no salgan corriendo. Si escuchan "rock psicodélico", mastiquen una seta. Estos benditos asturtxales han logrado asentar un sonido basado en la evolución constante, pero perfectamente reconocible. El viaje es apasionante: desde sus comienzos, aún embutidos con la estrecha etiqueta indie (lo más de aquella época) hasta el neo-jazz suavemente rockero de "Esperanza" (atención a la minisuite "Cartografies"), del delicioso experimento cinéfilo-musical de "Score", grabado en directo en Gijón (y con el que muchos los descubrimos, me consta) a las mutaciones simbióticas con los electrónicos Swartz o los cantos de cantautor etílico de Corcobado, hata llegar al pleno asentamiento de su sonido con "Estratexa" (quizás su obra maestra hasta el momento) y "Torres de electricidad", su último artefacto musical. Siempre buscando.



Concierto histórico para cinéfagos: Score


Encima de las tablas los asturianos nunca defraudan, amigos. Encaran en concierto sin ningún tipo de alarde visual, apenas un juego de luces resultón y humo, porque el espectáculo viene de otra parte. Ellos conciben su trabajo como un grupo de proletarios del rock que se esfuerzan en fabricar su música delante de nuestros ojos pasmados. Xabel, todo elegancia, aporrea los tambores con maestría, mientras su sempiterno cigarrillo parece una prolongación de sus precisas baquetas. La voz de Jose Luis, que sería algo chirriante en cualquier otra banda, aquí se acopla como un instrumento más. Nacho, concentración pura, se mantiene estático sacando las notas más alucinantes de su guitarra. Y luego está Frank, algo así como si un teclista se hubiese encarnado en un herrero medieval, en fondo y forma. Verle aporrear sus cacharros electrónicos, de pie, en cuclillas, de rodillas, no tiene precio. Y más te vale no estar cerca si algo no suena como debiera, foratero... Si tienes suerte, quizás saque su trompeta oxidada y utilice su puño como sordina, y nadie debe extrañarse cuando comience el baile de músicos y la rotación de instrumentos.





Olviden a los popes angloparlantes del post-rock por unos momentos. Abracen lo progresivo y la cadencia ritual de la música tal y como debió ser al principio de los tiempos, primitiva, fascinante, emotiva, enervante. Fans de Mogwai, alucinen mientras unos asturianos mucho menos cool les dan sopas con ondas en matices, riqueza y poderío. Seguidores del post-metal, amantes de Neurosis, Pelican o Isis, abran los oídos a Manta Ray. Inmediatamente.

Y de regalo, este tema raro, de su colaboración con Diabologum, "My hell":





- Micah P. Hinson


Micah: el Leónidas de Texas


Retirados de la tablas Manta Ray, su concierto sabe a poco. Siempre saben a poco. El escenario queda desierto de amplificadores, pedales y cablerío, porque el individuo que viene a continuación parece más bien un redneck espartano al que lo único que no le sobra es su guitarra y su paquete de tabaco. Hasta su camisa y sus vaqueros parecen querer salir corriendo de ese cuerpecillo texano con forma de interrogante. Tengo que reconocer que para un profano en la materia (como un servidor), el asunto resulta muy extraño. Desgarbado, agarrando la guitarra como el que agarra un bebé con miedo a que se le desmonte, Micah P. Hinson desgrama sus versiones punk de sus propios temas: a toda hostia, fumando como un cosaco (20 canciones =20 cigarros), desgañitándose en su desnudo escenario y soltando parrafadas en su inglés profundo en las que, sorprendentemente, habla de Keruac, parafrasea a Allen Grinsberg y su magistral poema "Aullido" (para después aullar en su interpretación), teoriza sobre Youtube y el fin de la humanidad, se mofa de la estupidez de su presidente Bush y define su tierra natal como "si Estados Unidos tuvise un culo, yo habría nacido en medio de él".




Las portadas de Micah: pura belleza

A pesar de que sigo pensando que el tipo tiene que ganar enteros con una mínima banda y algo más que el cansino (y mediocre) batería que le acompaña, a mitad del concierto ya me tenía ganado, básicamente porque sus temas son tan buenos que se podrían haber sostenido casi a capella. Y lo dice un tipo que huye como la pólvora cada vez que le nombran la palabra cantautor.



De muestra y como broche final, una de las estremecedoras coplillas de este tejano ya ilustre para Mondo Zombie:



- Post-coitum:

Después disfrute de la noche madrileña, Ana fascinada con el descubrimiento de los Manta en directo, el deseo compartido de que algún día nos regalen 2 horas y media de música ininterrumpida, risas y un millón de copas con son cubano. Pero eso es otra historia, y debe ser contada en otra ocasión...

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