jueves, 28 de agosto de 2008

¿Dónde está WALL-E?



¿La humanidad es una característica exclusivamente humana? ¿Qué define la vida? ¿Es posible el desarrollo sostenible del planeta? ¿Hay un límite en el grado de imbecilidad del hombre? ¿Qué mola más, una reluciente i-Pod o un viejo casete?...



El casete y la i-Pod

Pues no, ni la segunda parte de BLADE RUNNER ni la nueva obra de divulgación científica de Stephen Hawking ni el más reciente ensayo de José Saramago ni una novela inédita de Phillip K. Dick ni un nuevo montón de obviedades listas para digerir cortesía de Al Gore... ni siquiera un viaje de ácido de Paris Hilton. Todas esas cuestiones se plantean en la (lo digo ya que si no reviento) última maravilla de los estudios Pixar, una joya del cine que, si hubiese justicia en el mundo, debería guardarse como un tesoro audiovisual en una cajita, siempre disponible para los pequeños y pequeñas de las generaciones venideras.



Pixar trasciende de una vez por todas las fronteras de eso que algunos consideran un género, la animación, pero que no es más que una técnica para contar historias y entra por la puerta grande, si no había entrado ya, de la historia del cine en su más amplia concepción. No hay otra manera de digerir esta pequeña maravilla, una absoluta obra maestra en sus primeros 45 minutos, aunque algo más convencional el la segunda parte, aquella que se transporta al enorme crucero espacial en el que los humanos sobreviven felices convertidos en masas de carne idiotizadas por pantallas y mensajes publicitarios. Radical la propuesta de presentar una primera parte completamente muda (!), con un sólo personaje (!!) y con alma de musical (!!!) interpretado por una caja de chatarra con ojos travestido en una especie de Buster Keaton robótico (!!!!). Increíble la expresividad conseguida para dos protagonistas... ¡¡¡sin cara!!!Arriesgada la segunda parte que, aunque se acerca más a los clichés del supuesto público al que se dirige (infantil), no deja de sorprender con varios detalles asombrosos (la bellísima danza espacial entre Wall-E y Eva, la caterva de robots defectuosos/oligofrénicos, tronchante) para colar, como quien no quiere la cosa, todo un alegato a favor de lo analógico, lo táctil, lo sensitivo y lo sensorial, lo humano, utilizando, paradójicamente, todas las tecnologías digitales habidas y por haber, un acto de rebeldía 3D resuelto con una sencillez, una ternura y un sentido del ritmo y de la comedia, sencillamente, soberbio.

En medio del asombro, explicar sin palabras una historia de amor tan pura como delirante (Wall-E sólo pronuncia una palabra en toda la película, el nombre de su amada, eso sí, cientos de veces), mostrar cómo cuida de su amada bajo la lluvia, hablar de cómo le enseña su hogar, de cómo le muestra el fuego, de lo que es la luz, de lo que es el cine, de lo que es una flor, de lo que es la soledad más espantosa... y de unos cuantos sketches dignos del mejor cine mudo clásico, todo ello trufado con unas cuantas referencias cinéfilas de lo más estimulantes (no es difícil identificar el ojo de HAL de 2001, y las famosas notas del Zarathustra). Demostrado queda pues que hoy por hoy Pixar es una de las fuerzas creativas más notables del cine mundial, todo un referente (por el momento inalcanzable) para todos los que queremos contar historias en ese curioso formato, que logra en Wall-E unas cotas de pura belleza y emoción que, por momentos, casi duele a la vista. Pura magia.



Ah, y ni se les ocurra llegar 5 minutos tarde a la proyección, porque se perderán PRESTO, el descojonante cortometraje que precede a la película, una odisea en 5 minutos sobre un conejo hambriento y un mago estirado, y las putadas a la velocidad de la luz que el primero hace al segundo en plena actuación para conseguir su ansiado bocado de zanahoria. Magistral.


PRESTO!


PD: próxima entrega, EL CABALLERO OSCURO.

Ale!


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